Iglesia que ora, canta y camina

CZĘSTOCHOWA Contar en algunos parágrafos la itinerancia y el abandono en la Providencia; hacer la síntesis de una fuerte experiencia de fe y de comunión ; expresar la vivencia de 12 días de peregrinación 320 kilómetros de senderos, dejará por fuera, de todas maneras, muchos detalles que no se pueden expresar con las palabras, porque pertenecen al ámbito de la trascendencia, pero lograr comunicar parte de la riqueza de esta profunda y significativa experiencia, quiere ser un compartir fraterno y un agradecimiento a Dios y a las personas que El mandó como ángeles para sostener mi fatiga paso a paso. Yo tenía la convicción de que la inmensa alegría con la cual había vivido la preparación a la peregrinación se habría mantenido y aumentado mientras ésta se realizaba. Pero no fue así! Ante la prueba del dolor físico con el cual no había pensado encontrarme, y que se presentó desde el primer día, me sobrellegó el temor de no ser capaz y la tentación de volver atrás. Escapar al sufrimiento y a la incomodidad es la primera salida que encontramos en nuestra existencia, pero si no pasamos por ahí, tampoco podemos saborear la dulzura y consolación de llegar a la meta.
El mensaje de salvación recibido por medio del Pan de la Palabra y de la Eucaristía día a día, junto al numeroso grupo de peregrinos, nutrió mi espíritu y actualizó las palabras de Jesús que nos aseguró estar con nosotros todos los días… pude sentir la mano próvida y generosa del Padre que mediante muchas personas encontradas en nuestro camino nos brindaron comida, bebidas, agua, hospedaje, acogida.
Considero que es una gracia muy particular haber tenido la posibilidad de sumergirme en esta manifestación de fe que hace parte de la historia del pueblo polaco y de la historia de personas concretas con las cuales mi vida se ha cruzado y también donde nuestra familia religiosa se está desarrollando y crece; es bonito sentirse parte de esta Iglesia que en la alegría, el sufrimiento y la esperanza, ora, canta y camina! El momento más emocionante es la llegada al Santuario y el poder detenerse algunos minutos ante la Virgen que con amor de madre acoge a cuantos llegan a su presencia y recibe las súplicas y acciones de gracia, llenando de paz el corazón de sus devotos. Ahora experimento la misma alegría que cuando me preparaba a la peregrinación, con la diferencia de que ahora no constituye para mí solamente una palabra o una experiencia contada por otras personas, sino una vivencia llena de significado que me mueve a hacer propias las palabras de Maria: “proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1, 46b-47).
Sr. Bernarda Villar C.